falta tan sólo explorar lo que significa su literatura, su administración, su
religión, sino comprender la irradiación de lo bizantino hacia ámbitos
geográficos y culturales muy lejanos. La penetración de la cultura bizantina en
estas áreas es la que garantizó la supervivencia del imperio durante siglos,
pues éste fue considerado modelo cultural por muchos pueblos e incluso en
momentos de gran decadencia política y económica, sobre todo a partir del siglo
XIV, en la fase final del imperio, pudo ser capaz de generar una nueva cultura,
que transplantada al ámhito italiano contribuyó en no escasa medida a crear el
germen del Renacimiento y la Europa moderna.
fueron permeados por la cultura bizantina han sido objeto de estudio, más o
menos pormenorizado, por las correspondientes disciplinas, que han tratado
siempre de tener en consideración el origen bizantino de muchas de sus claves
identitarias. Pero falta una panorámica general, todavía por escribir del
“Bizancio más allá de Bizancio”, que constituye uno de los principales
desiderata de nuestra disciplina y un proyecto que sin duda contribuiría
decisivamente a afianzar nuestros estudios. En efecto, en la medida en que
Bizancio pudiera ser confirmado como punto de convergencia de muchas culturas y
civilizaciones, su presencia académica estaría más que notablemente reforzada.
Y ello ayudaría a proyectar la imagen de Bizancio más allá del oscuro y
reducido reducto balcánico y microasiático en el que incluso muchos
especialistas lo confinan, hacia fronteras y espacios muchos más amplios. Ello
ampliaría las perspectivas de estudio y comprensión entre muchas culturas que
hoy por hoy se consideran ajenas y que sin embargo comparten vínculos comunes.
de irradiación de lo bizantino en lo que no es sino un simple esbozo de
esquema, con la idea de ofrecer ideas y sugerencias a los socios y animar un
debate multicultural que creemos puede ser fructífero. No hace falta decir que
las sugerencias y lecturas que se hacen son más fruto de elecciones arbitrarias
que de una reflexión sistemática sobre el particular. Pero esperamos que puedan
ser útiles y sugerentes.
Eslavos.
No en vano Dimitri Obolensky tituló
en1971 The Byzantine Commonwealth su estudio sobre la Europa Oriental
entre 500 y 1453, usando un término que ha tenido fortuna en el ámbito de los
estudios eslavos y que, creemos, debería ser ampliado a la irradiacion
bizantina fuera del ámbito balcánico. Pueblos como los eslavos balcánicos (serbios,
croatas y búlgaros)y los rusos tienen una deuda cultural
inmensa con Bizancio que empieza en el alfabeto y termina en el modelo político
y religioso. El Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de
Granada ha iniciado una recopilación de las Fuentes Griegas sobre los eslavos
(vol. I: M. Morfakidis Filactós y M. Casas Olea, Expansión y establecimiento
de los eslavos en la Península Balcánica, Granada 2009) que esperamos sea
punto de convergencia entre los eslavistas y bizantinistas españoles. Una
fuente crucial de la historia rusa, la llamada Crónica de Néstor, ha
sido traducida y comentada en español por Ángel L. Encinas Moral en Miraguano
Ediciones 2004. Allí se incluyen tratados comerciales entre rusos y bizantinos
del siglo X.
Turcos y pueblos altaicos.
Bizancio tiene una larga historia de
convergencia con los turcos que no empieza, como se piensa, con la derrota
bizantina de Manzikert en 1071 por obra de los turcos selyúcidas y
la Landnahme de Anatolia, sino que se remonta a la ocupación de los
Balcanes por los protobúlgaros en la Antigüedad Tardía (véase por
ejemplo Beševliev V., Die protobulgarische Periode der bulgarischen
Geschichte,Amsterdam 1980) y pasa por los innumerables contactos de los
bizantinos con los pueblos de las estepas, entre los que destacan especialmente
los ávaros (véase Pohl W., Die Awaren, Múnich 1988), los jázaros
(para ellos ver Golden P.B., Ben-Shammai H. y Róna-Tas A. [eds.] The World
of the Khazars. New perspectives. Selected papers from the Jerusalem 1999
International Khazar Colloquium hosted by the Ben Zvi Institute, Leiden and
Boston 2007) y los húngaros (sobre los que se puede consultar además del
clásico libro de Moravcsik G., Byzantinoturcica, Berlín, 2ª ed.,
1958, 2 vols. [1ª ed. Budapest 1942-1943] el reciente estudio de Kristó Gy., Hungarian
History in the Ninth Century, Szeged 1996). La ausencia de
especialistas en nuestro país ha hecho que el papel de los turcos en la Europa
Oriental sea completamente ignorado en el currículo académico. Una
circunstancia que explica la práctica ausencia de toda esta bibliografía en las
bibliotecas españolas. Y la ignorancia de muchos medios de comunicación que
sitúan a Turquía fuera de la órbita europea, ignorando no sólo la enorme deuda
cultural del mundo otomanohacia el bizantino, sino la tradición
milenaria de intercambio cultural entre pueblos turco y griego.
Semitas.
No se entiende el mundo griego sin el semita, no sólo desde los propios orígenes de la civilización griega (las
letras fenicias) y a partir del periodo helenístico (con la colonización griega
de Oriente Próximo), sino también a raíz de la cristianización del imperio, en
la que las áreas de Palestina y Siria (Antioquía) desempeñaron un papel
pionero. No en vano el cristianismo es una religión de raíces semitas. En el
periodo bizantino la relación de Bizancio con los pueblos semitas se cristaliza
sobre todo en los sirios de comunión ortodoxa o calcedoniana, los
llamados melquitas, que usaron la lengua griega como vehículo de
comunicación hasta la conquista árabe y luego adoptaron la lengua árabe como
vehículo de expresión literaria antes incluso que otras comunidades cristianas.
Su identidad, a caballo entre el Islam y Bizancio, entre el mundo semita y el
mundo heleno, es uno de los ejemplos más claros de transferencia cultural. Pero
obviamente los sirios jacobitas tienen también una gran importancia
para la historia de Bizancio y muchas de sus fuentes históricas, como la famosa
crónica de Dionisio de Tell-Mahré (siglo IX) nos informan de múltiples
contactos con Bizancio, con o sin intermediación de los melquitas. El
cristianismo árabe en general durante el periodo medieval ha sido objeto de un
creciente interés por un grupo cada vez más nutrido de especialistas de alto
nivel, que han participado en la confección de una pequeña enciclopedia
sobre las relaciones culturales y religiosas entre árabes y cristianos, de la
que ha salido el primer tomo: Thomas D. y Roggema B. [eds.], Christian-Muslim
Relations. A Bibliographical History. Volume 1 (600-900) [=History of
Christian-Muslim Relations 9] Leiden – Boston 2009. Numerosos
bizantinistas colaboran en este primer volumen, el segundo ya está en prensa.
Para una panorámica sobre el cristianismo en el Islam puede consultarse el
libro de Griffith, S., The Church in the shadow of the Mosque. Christians
and Muslims in the World of Islam, Princeton y Oxford 2008. Sobre la
identidad melquita se está preparando actualmente un dossier en la revista Alqantara
del CSIC bajo la coordinación de Juan Signes, para ser publicado en el
2012. Obviamente, más allá del aspecto religioso, la deuda del Islam y de los árabes hacia el helenismo es inmensa, pues la filosofía y la ciencia árabes dependen de modelos griegos y, algo que se suele olvidar, de cristianos del siglo IX que conocían el griego y trabajaron para el califa (muchos nestorianos,
obviamente próximos a Bagdad), tal como demuestra el estudio de Gutas, D., Greek
Thought, Arabic Culture. The Graeco-Arabic Translation Movement in Baghdad and
Early ‘Abbasid Society (2nd-4th/8th-10th centuries), Londres 1998. Los
cristianos árabes, un vínculo entre oriente y occidente, aunque desconocidos
por el gran público, siguen siendo hoy un vínculo esencial entre el mundo
griego y el semita. Se recomienda la lectura del libro de W. Dalrymple, From
the Holy Mountain: A Journey in the Shadow of Byzantium (1997) (hay
trad. castellana) para aquel que quiera acercase al problema.
Pueblos causcásicos.
A lo largo del siglo IV se convirtieron al cristianismo los armenios, seguidos estrechamente de los georgianos o iberos, y de otros pueblos como los albanos(en
la actual Azerbaiyán, en la que sus continuadores son los miles de udi).
Esta cristianización se vio definitivamente impulsada gracias a la labor
evangelizadora de Mesrop, que les dio el alfabeto y contactó con el emperador
Teodosio II. Desde entonces los pueblos caucásicos han tenido como referente
cultural a Bizancio, del que constituían su frontera oriental durante siglos.
Son muchos los grandes personajes de la historia bizantina que fueron armenios
de origen (inclusive emperadores) y mucha la presencia de los calcedonianos
georgianos en el monacato bizantino. Pero inversamente, arquitectura y
literatura de armenios y georgianos no se entienden sin Bizancio. Obras
clásicas de referencia son el libro de Charanis P., “The Armenians in the
Byzantine Empire”, Byzantinoslavica 22 (1961) 196-240, reimpreso en
Lisboa en 1963 y los estudios de Cyril Toumanoff. Pero desde entonces se han
publicado muchas monografías de detalle, aunque el magnífico atlas de Hewsen,
R.H., Armenia. A Historical Atlas, Chicago 2001 supera con creces a
cualquier otro proyecto que se haya hecho sobre la Armenia medieval, tanto por
el rigor con el que utiliza las fuentes, como por la exhaustividad en el
detalle: imprescindible.
Pueblos africanos.
Las culturas etíope y nubia
tienen como referente cultural a Bizancio y de hecho sus propios
orígenes cristianos están muy documentados en fuentes griegas. Es más, los
nubios, aislados de Constantinopla durante siglos por el Egipto islámico, siguieron
sin embargo utilizando el griego en sus inscripciones hasta el siglo XI, aunque
sobre ellos son también primordiales las fuentes coptas y árabes. Para el que
desee acercarse a estos pueblos, además de recomendar la lectura de crónicas
como la de Juan de Nikiu, mencionaremos dos libros a modo de ejemplo: la
edición de Albrecht Berger, Life and Works of Saint Gregentios, Archbishop
of Taphar, Berlin 2006, un texto griego del siglo X que habla de la
conversión de los yemenitas al cristianismo en el siglo VI desde la vecina
Etiopía (con la que se relacionan las llamadas leyes de los homeritas –en
realidad himyaritas o yemeníes– un fascinante código legal de la época); y el
libro de Welsby D.A., The Medieval Kingdoms of Nubia. Pagans, Christians and
Muslims along the Middle Nile, Londres 2002, que traza una panorámica
cultural muy completa del pueblo nubio, que una vez convertido al monofisismo
en el siglo VI por obra de la emperatriz Teodora (la fuente es Juan de Éfeso), no
sólo siguió fiel a este credo hasta nuestros días, sino que durante siglos
(hasta el XII prácticamente) continuó usando la lengua griega en sus
inscripciones, de las que se han preservado muchas hasta hoy en día (aunque la
guerra civil que afecta al Sudán no favorezca precisamente las excavaciones
arqueológicas, como las que practicaron los polacos hace décadas: el museo de
Varsovia es hoy por hoy el mejor del mundo sobre la Nubia cristiana). Sobre los
coptos de Egipto, directos continuadores de la población autóctona del
valle del Nilo, sobra cualquier referencia bibliográfica, ya que su historia y
su lengua es la más documentada de todas las comunidades cristianas de Oriente:
no en vano son hoy la comunidad cristiana más numerosa de todo el Oriente.
Bastaría citar aquí The Coptic encyclopedia, 8 vols., New York 1991
editada e impulsada por el profesor egipcio Aziz Suryal Atiya (1898-1988), uno
de los fundadores de la coptología. Como manualillo cómodo de introducción al
mundo copto recomendamos el librito de Cannuyer, Ch., L’Egypte copte. Les
Chrétiens du Nil, París 2000 (en la colección de bolsillo de
Gallimard, con muchas ilustraciones; hay versión inglesa en Thames and Hudson).
Latinos.
Los contactos de Bizancio con los pueblos latinos, directos descendientes de Roma, forman parte de cualquier historia de la Edad Media y afectan a todas y cada una de sus fases, aunque tengan como fechas ancilares la coronación de Carlomagno como emperador en el
800 y las Cruzadas, especialmente la primera de 1096 y la cuarta de 1204. Estas
fechas, unidas a la propia de la caída de Constantinopla en 1453, son sin duda
las fechas básicas del Medievo occidental y, como es evidente, no se entienden
sin la aportación bizantina. Obviamente esta influencia del Imperio de Oriente
se hizo sobre todo sentir entre los italianos, pues la presencia
bizantina en España se limitó a su ángulo suroriental durante los siglos
VI-VII, aunque fue continuada en Baleares (por vías indirectas) hasta el siglo
IX. Un manual español, de Roberto Zapata Rodríguez, Italia Bizantina, Historia
de la segunda dominación bizantina en Italia 867-1071, Madrid 2006, da
cuenta de manera sumaria y actualizada de acontecimientos que el pormenorizado
libro de Gay, J., L’Italie méridionale et l’empire byzantin depuis
l’avènement de Basil I jusqu’ à la prise de Bari par les Normands (867-1071)
Paris, 1904 (con trad. italiana Florencia 1917, con reimpresiones) relató ya
con maestría hace más de un siglo. Especial posición en estas relaciones
tuvieron los venecianos, sobre los que se sigue poder leyendo la
magistral panorámica de Nicol D.M. Byzantium and Venice, Cambridge
1988. Menos conocida es la influencia de Bizancio sobre los sardos, de
la que da cuenta el magnífico libro de Corrias P. y Cosentino S. (eds.) Ai
confini dell‘impero. Storia, arte e archeologia della Sardegna bizantina,
Cagliari 2002, en cuya portada aparece reproducido una ejemplar de
la escritura sarda en alfabeto griego, usada hasta bien avanzado el siglo XI.
Importante también es la helenización de los colonos romanos de los Balcanes, ancestros
de los modernos romanos y arumanos. La primera fuente histórica
sobre estos pueblos es nuevamente griega, el llamado Strategikon de
Cecaumeno (siglo XI), del que hay una traducción española por Juan Signes en
Alianza editorial.
Germanos.
La relación del imperio con los germanos empieza ya en el siglo IV y culmina en un primer momento con el reinado del ostrogodo Teodorico el Grande, bajo cuyo reinado conviven en Italia dos pueblos bajo una misma cultura. El codex argenteusde la Biblia gótica de Ulfilas, puede simbolizar perfectamente esta dualidad de su reinado, del que fue cronista oficioso el godo Jordanes desde Constantinopla (traducción castellana Sánchez Martín, J.M., Origen y gestas de los godos, Madrid, Cátedra 2001). Posteriormente, los francos del imperio de Carlomagno se convirtieron a ojos de los bizantinos en los representantes oficiales del cristianismo occidental, de forma que este gentilicio pronto designó en Oriente tanto a latinos como germanos. Las relaciones de los bizantinos con los germanos fueron
en gran medida indirectas, a través de viajeros y embajadores. Pero no deja de
haber episodios que revelan una relación más estrecha, como el matrimonio de
Teofanó con Otón II en el siglo X (sobre ella y el ascenso de algunos griegos en
su corte véase Davids, A., The Empress Theophano: Byzantium and the West at
the turn of the first millennium, 2002, entre las muchas publicaciones
dedicadas a la emperatriz) al que siguieron otros muchos de emperadores
bizantinos con soberanos occidentales, especialmente tras las cruzadas. También
muy importantes fueron los contactos de los bizantinos con los vikingos o
varengos a través de Rusia. No sólo los normandos se enrolaron
como soldados al servicio de Bizancio (véase por ejemplo Blöndal, S., The Varangians
of Byzantium. An aspect of Byzantine military history, Cambridge 1978) y
dejaron huella de ello en la gran cantidad de objetos (monedas) que llevaron
consigo de regreso a Escandinavia, sino que la impresión que causó en ellos la
cultura bizantina se plasmó en las famosas sagas nórdicas, como la de Harald
III Sigurdsson (1015-1066) o Harald Hardrada, que se convirtió en rey de
Noruega tras su servicio en Bizancio. Diferente es el caso de los normandos,
que ocuparon Italia en el siglo XI, porque en gran medida estaban afrancesados
y habían perdido sus raíces germánicas. En cualquier caso sobre ellos puede
leerse una fuente fundamental, muy bien traducida y comentada: Dunbar P.N., The
History of the Normans by Amatus of Montecasino, Woodbridge 2004. Una
monografía útil es la de Matthew D., The Norman Kingdom of Sicily,
Cambridge 1992.